Felix Maria Samaniego

En Tolosa es tradición asignar nombres de ilustres personajes de nuestra cultura a diversas calles, plazas o edificios.

 

Buena muestra de ello son las calles "Lopez de Mendizábal", "Gorosabel" y "Emeterio Arrese", la plaza "Poeta Lizardi"; o también el instituto "Orixe", el euskaltegi "Aitzol", la Casa de Cultura "Antonio Mª Labayen"... y como no nuestro colegio público "Samaniego", en honor al ilustre escritor FELIX Mª DE SAMANIEGO. Pero quién fue Samaniego?

 

Félix Mª de Samaniego nació en Laguardia (Alava) el 12 de octubre de 1745 en el seno de una familia adinerada.

 

Fue el quinto hijo de Félix Ignacio Sánchez de Samaniego y Munibe y de Juana Mª Teresa Zabala y Arteaga, natural de Tolosa (Guipúzcoa), de cuyo matrimonio nacieron nueve hijos.

 

De niño su padre le asignó un profesor para que aprendiera a leer y a escribir, así como nociones básicas de gramática, matemáticas e humanidades. Con 13 años fue a perfeccionar sus estudios a Bayona.

 

En 1767 contrajo matrimonio con la bilbaína Manuela Salcedo.

 

Tras fallecer su madre Mª Teresa y su tío Bernardo, heredó las propiedades que la familia poseía en Tolosa, el palacio de Iurreamendi (actualmente la residencia Iurreamendi) y el palacio de Idiakez (actualmente casino).

 

La posesión de estas propiedades fue lo que le permitió en 1775 acceder a la alcaldía de Tolosa, cargo que ocupó durante un año.

 

Falleció en Laguardia el 11 de agosto de 1801.

 

Samaniego fue un conocido escritor, destacando como fabulista. Entre sus muchas obras os presentamos esta fábula: "El burro y los libros".

 

EL BURRO Y LOS LIBROS

 

Un burro que pastaba en el prado se encontró los libros del pequeño Jonás. El muchacho, descuidado por naturaleza, solía perder sus útiles siempre de igual manera.

 

"Si yo me comiera estos libros -dijo para sí el jumento- aprendería muchas cosas sin demasiado esfuerzo y llegaría a ser un sabio de fama mundial".

 

Y dejando la hierba, se puso a masticar ávidamente los libros hasta acabar con todos ellos.

 

Desde aquel instante el burro se sintió sabio en extremo y, orgulloso de la ciencia que creía poseer, anunció a sus compañeros que venía a darles sapientísimas lecciones. Los jumentos lo rodearon, admirados, esperando con atención las enseñanzas del orejudo. Pero éste, permaneciendo largo rato con la boca abierta, no sabía qué decir, hasta que por fin lanzó un rebuzno feroz.

 

Los asnos, al oírlo, rebuznaron a su vez en coro, burlándose del orgulloso borrico, al que echaron a coces de su compañía, obligándolo a vivir en los campos desolados.

 

LA SABIDURÍA SOLO SE ALCANZA CON ESFUERZO Y CONSTANCIA